La educación en ciencias es clave para desarrollar el pensamiento crítico, habilidad imprescindible en la era de las fake news y de la inteligencia artificial. Esta habilidad nos permite analizar la información que recibimos, evaluar la fuente que la envía y contrastar la nueva información con la evidencia a la que tenemos acceso, antes de aceptar o rechazarla como hecho. Lo que es aplicable y muy útil en cualquier ámbito de la vida; desde el consumo de medios de información hasta la toma de decisiones en proyectos interdisciplinarios.
El pensamiento crítico es una de las denominadas "habilidades del siglo 21", y es algo que podemos y debemos potenciar desde temprana edad, donde la sala de clases es el ambiente natural para lograr su desarrollo. La enseñanza de la ciencia, desde cualquiera de sus disciplinas (física, química, matemáticas, ingenierías, etc.), desarrolla esta habilidad de manera natural, entregando una herramienta clave a quienes serán nuestros futuros profesionales y líderes.
Sin embargo, está aún muy arraigado en nuestra sociedad el concepto de las ciencias “duras”, donde quedan clasificadas las ciencias que tienen que ver con los números, la naturaleza y no tanto con las personas, como la biología. El problema con este concepto es que tendemos a asociar algo “duro” con algo físicamente demandante, y lo físicamente demandante con algo masculino, aún cuando, por ejemplo, las matemáticas no requieren desarrollo muscular para su desempeño y aún así son masculinizadas.
Un conocido estudio de la Universidad de Chicago demostró que en edades tempranas no hay diferencias en el razonamiento matemático entre niñas y niños; no obstante, cuando avanzan en su escolaridad, ellas piensan que las matemáticas no son para ellas. Esta situación nos obliga a reflexionar acerca de la importancia del entorno social y cómo éste influye en la construcción vocacional y el relevante papel que juegan quienes educan tanto en el aula como fuera de ella a nuestros jóvenes.
En este día de la educación, hacemos un llamado a reflexionar sobre este punto. Si nuestras niñas internalizan que las ciencias no son para ellas, será más difícil que logren desarrollar plenamente y en igualdad de condiciones que sus compañeros, la crucial habilidad del pensamiento crítico, mermando sus futuras oportunidades laborales, usualmente mejor remuneradas. Además de impactar negativamente la diversidad que necesita la ciencia y la industria para enfrentar exitosamente nuevos desafíos.
Invito a todos quienes ejercemos la educación informal desde nuestros espacios sociales, familiares y laborales, a ampliar la mirada de nuestros niños, niñas y jóvenes, a desarrollar la empatía y la creatividad, para acompañar el aprendizaje de la ciencia, como un espacio de autoconocimiento y comprensión del entorno donde participamos todos y todas por igual.
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