En un nuevo Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, se destaca a la agricultura como el sector que más consume agua en Chile, con más del 70% del uso consuntivo a nivel nacional, superando por mucho a otros sectores como la minería y la industria. Esto impone desafíos complejos de abordar dada su vital importancia en la matriz de desarrollo del país que requiere del sector para garantizar la provisión de alimentos, así como la mantención de miles de empleos asociados, sobre todo fuera del área urbana. El cambio climático ha exacerbado los fenómenos de sequías a nivel global, con el vivo ejemplo de la megasequía nacional que nos acompaña hace ya más de 12 años, azotando de manera muy severa a numerosas cuencas de Chile central donde se emplaza gran parte de la agricultura. Esta situación nos está empujando hacia una crisis hídrica donde los diferentes actores e instituciones constitutivas de nuestras cuencas están bajo creciente tensión.
En este contexto y dada su magnitud de importancia en el balance hídrico de las cuencas, la agricultura juega un rol fundamental, pudiéndose clasificarse en dos dimensiones que tienen que ver con la pertinencia del tipo de uso de suelo agrícola escogido y la eficiencia hídrica que se pueda obtener en el respectivo uso agrícola presente.
El primer punto es controversial ya que pone de manifiesto la ausencia de criterios de sustentabilidad del balance hídrico de una cuenca puesto que se han introducido cultivos altamente demandantes en agua en cuencas con escasa disponibilidad natural. Por ejemplo, un cultivo de palto requiere cerca de 10000 metros cúbicos de agua por hectárea anual para poder producir y se han ubicado en sectores donde sólo se dispone de menos de 2000 metros cúbicos de disponibilidad natural, generando un desbalance estructural en el balance hídrico. Iniciativas para establecer cultivos menos demandantes en agua como granados u otras especies similares, no han visto mayores frutos dado posiblemente a la pobre competitividad frente al exitoso palto. Una excepción particularmente interesante es el caso de los olivos para la producción de aceite, los cuales proliferaron exitosamente hace unos años, pero que hoy sobreviven con dificultad al contexto de mercado.
La eficiencia hídrica es otro punto de acción donde se han generado grandes avances dados por la tecnificación del riego, aunque estos hoy no son suficientes. En efecto, diversos estudios han demostrado la existencia de importantes ineficiencias en la aplicación de la tecnología. Por ejemplo las eficiencias nominales del 85% sólo alcanzan cerca del 50% en la realidad, esto implica que de 10000 metros cúbicos que requiere la planta, se estarían aplicando como riego 15000. Esta situación ocurre por malas prácticas en el manejo del riego, arraigadas en la mala mantención de los sistemas presurizados, así como en el pobre conocimiento del funcionamiento del sistema raíz-suelo llevando incluso a mermas en la producción producto de un estrés por exceso de agua. En este ámbito si bien hay mucho por avanzar, subyacen desafíos para poder lograrlo. Técnicas de riego de precisión mediante sensores de humedad de suelo con telemetría, observaciones satelitales y algoritmos de inteligencia artificial han demostrado largamente poder cubrir esta brecha. No obstante, esto requiere de personal capacitado aún escaso en el país y de una importante inversión en I+D.
Así, urge la necesidad de considerar estos aspectos para lograr una agricultura que sea más sostenible y capaz de adaptarse a los desafíos que impone el cambio climático.
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