Las cifras de la Global Cancer Observatory (GCO), de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indican que en Chile hubo 2.296 muertes por cáncer de próstata en 2020, y se estima que afectará a uno de cada seis hombres en el transcurso de su vida.
El cáncer de próstata, si es detectado a tiempo, puede ser tratado con altas posibilidades de curación, por ello se hace muy necesario fomentar el examen preventivo, debido a que es una enfermedad que en sus etapas iniciales no presenta síntomas y puede tardar mucho tiempo en manifestarse.
Esta condición se origina cuando las células de la próstata comienzan a crecer fuera de control. La próstata está debajo de la vejiga y detrás se encuentran las glándulas llamadas vesículas seminales, ambas producen la mayor parte del líquido del semen. La uretra, que es el conducto que transporta la orina y el semen fuera del cuerpo a través del pene, pasa por el centro de la próstata.
Al no presentar síntomas, sólo puede detectarse precozmente a través de los controles del nivel plasmático de antígeno prostático específico, y por la palpación de la próstata buscando alguna zona de aumento de consistencia, o asimetría que pudieran indicar la presencia de un tumor.
Otro factor a considerar son los antecedentes familiares. Sí padre, hermanos, abuelo, han tenido cáncer prostático, pone a la persona en una condición especial de riesgo, que puede llegar a ser cinco veces mayor si dos o más familiares de primer grado han desarrollado la enfermedad.
Los tratamientos dependen de la etapa en la cual el cáncer fue diagnosticado, y pueden ser cirugía (prostatectomía radical, convencional o asistida por robot), radioterapia (radiación externa, o con el implante de semilla radiactiva, braquiterapia), o supresión hormonal.
En el cáncer prostático no existe una estrategia de prevención primaria. Por eso el énfasis está en la prevención secundaria, es decir, no sabemos cómo prevenir que las células tumorales aparezcan, pero sí podemos detectarlas precozmente.
El llamado es realizar la consulta médica para una evaluación de riesgo basal a los 40 años. Si el antígeno está bajo aún y todo el examen está normal, hacer una segunda evaluación a los 45 años, si sigue normal, volver a repetirla a los 50 y desde esa edad seguir con chequeos o controles anuales. Pero si la persona tiene antecedentes familiares, la recomendación es realizar controles anuales desde los 45 años.
Debemos insistir en la prevención y concientizar a la población masculina de la importancia de los controles precoces.
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