“Grandes canoas con mujeres y hombres a bordo servían para aprovisionar de alimentos a los rebeldes del lago Ranco y la captura de 15 de ellas fue estimada de gran importancia por Pedro de Valdivia por ser considerados los instrumentos que eran sus pies y manos”.
La cita corresponde a la obra “Crónica del Reino de Chile”, del cronista español Mariño de Lobera, quien llegó a Chile en 1551 a las órdenes del conquistador Pedro de Valdivia, dando cuenta del importante uso de canoas en el Ranco.
Aquí destacan como recursos utilizados en la guerra contra los invasores españoles, aunque queda claro, también, que su uso es muy anterior a la llegada de Pedro de Valdivia y sus huestes.
Esas canoas en lengua originaria se denominan wampos y los registros históricos dan a entender que tuvieron presencia y uso habitual en los lagos Maihue y Ranco, permitiendo la comunicación entre ambos cuerpos de agua a través del río Calcurrupe.
Los wampos, estudiados bajo el nombre de canoas monóxilas, eran elaborados a partir de una sola pieza de madera, un tronco, preferentemente de laurel o coihue, más aptos para la flotabilidad, el cual se ahuecaba. En tanto, para impulsar la canoa se utilizaban remos.
En la actualidad, algunos adultos mayores recuerdan el uso de los wampos, como don Zenón Antillanca, de isla Huapi, quien en una entrevista realizada el año 2011 por el investigador Nicolás Lira San Martín, de la Universidad de Chile, señalaba las cualidades que debía tener un árbol de laurel para crear un wampo.
"La madera, del palo. Le daban todo lo que daba el palo. Que no tenía que tener ganchos. Porque el palo que tiene ganchos, se abre. Se abre todo, así que ese no servía Y antes habían palos, uhh se mareaba de mirar pa arriba”, indicó refiriéndose a la abundancia y gran tamaño de los árboles en otra época.
Registros del siglo XVI dan cuenta que el proceso de fabricación de estas canoas o wampos era motivo de celebración, en especial al momento de llevar la embarcación al agua, lo que se habría mantenido hasta el siglo XX, en que la construcción del wampo tenía carácter colaborativo, tipo minga entre familiares y amigos.
En el siglo XIX, cuando lo que hoy conocemos como Región de Los Ríos era parte de la Patagonia Norte, los habitantes de las orillas de los lagos cordilleranos debían establecer comunicación con otros puntos geográficos ya fuera a través de los senderos terrestres o a través de los propios lagos y ríos, allí cobran importancia los wampos.
En 1863, el explorador Guillermo Cox cruza Los Andes a través de nuestro paso Lilpela, entonces más conocido como Boquete de Lifén o de Ranco y, estando en tierras de lo que ahora es Argentina, toma noticias que un “indio de Valdivia, llamado Paulino Patiño”, no pudo cruzar desde ese territorio hacia Futronhue, de donde era, porque la nieve en Lilpela se lo impidió, por lo que se vio obligado, junto a otros dos mapuche, a aventurarse a caballo por Hua Hum hasta el lago Pirihueico.
"Allí construyeron una canoa, y por el río Callitue llegaron al lago Riñihue asombrando a todos los de Valdivia con ese viaje, que revelaba tantos misterios sobre la formación natural de esos lugares”, dijo el explorador.
Aunque Cox no lo describe como tal, lo más probable es que haya sido un wampo el que permitió un viaje por una ruta hasta entonces desconocida para conectar ambos lados de la cordillera y llegar navegando desde el lago Pirihueico hasta el Riñihue.
Dos años más tarde (1865), el ingeniero de Valdivia, Wilhelm Frick, escribió sobre el mismo hecho, agregando nuevos antecedentes e identificando a Paulino Patiño como un cacique de Futronhue.
“Los indios de Riñihue trafican continuamente en canoa para la otra banda (Argentina); su canoa es grande y segura, como de nueve varas de largo con canalete y dos remos, y aún había oído decir que los indios llevan caballos embarcados, maneándolos y sacándolos de noche a las playas”, relató Frick.
El teniente segundo Manuel Señoret, visitó el lago Ranco en febrero de 1877 para realizar un levantamiento de planos hidrográficos por encargo de la Marina de Chile, por ello se trasladó en una chalupa a vela hasta la que llamó ensenada de “Futrolhue”, que es donde hoy se encuentra el Puerto Futrono, donde hace observaciones sobre la navegación en wampos.
“La ensenada de Futrolhue mide como uno i medio kilómetros de saco i otro tanto de boca. Es perfectamente abrigado a los vientos del E., frecuentes en el lago i temibles para las canoas indíjenas por la encrespada mareta que forma i que hace peligrosísima la navegación”, escribió Señoret.
El marino hace referencia a Huapi como la única isla habitada del lago, cuyos residentes usaban las canoas o wampos para comunicarse y comerciar con el escasamente poblado Futronhue y con la villa de Río Bueno, observando que eran usadas también para el transporte de animales.
“Las canoas de que se sirven los indios, son de una sola pieza i toscamente trabajadas al hacha. Las hai de inmensas proporciones. Tuvimos ocasión de ver una donde cabían cómodamente tres o cuatro animales vacunos i seis a ocho personas”, asegura Señoret.
En este punto es importante señalar, también, que la forma usual de comunicar la necesidad de una embarcación entre las orillas del lago y la isla Huapi, era por medio de fogatas, de allí derivaría el topónimo Futronhué, lugar de humos.
Asimismo, el teniente segundo apunta a otro elemento natural propio del lago Ranco (y el Maihue) que condicionaba la navegación de los wampos y marcaba una clara desventaja de estas canoas frente a los botes: la puihua, el fuerte viento cálido que llega desde la cordillera y que torna peligrosa la navegación.
“No estrañábamos el miedo que tienen los indios al puihua i la admiración que les causaba ver a los huincas muy tranquilos en medio del lago i andar contra el viento, cosa que no sabían cómo esplicarse”, describe.
Manuel Señoret siguió su viaje hasta la zona de Llifén, donde reconoce el río Calcurrupe, desagüe del Maihue hacia el Ranco, revelando, según testimonios de lugareños, que era un río navegable. “Su anchura no baja de 50 a 60 metros, i al decir de los naturales no ofrece obstáculo alguno en todo su curso que se oponga a la navegación”, precisó.
Este registro es importante, puesto que demuestra que había comunicación entre los lagos Maihue y Ranco a través de los wampos que bajaban por el Calcurrupe.
En el verano de 1910, llegó al lago Ranco Inés Echeverría Bello, mujer perteneciente a la aristocracia santiaguina, viajera incansable y escritora quien, luego de recorrer el mundo, quiso conocer este oculto entorno lacustre.
A bordo del vapor Elfrida llega a Llifén, hospedándose en el hotel del lugar para luego recorrer el lago en el vapor, reconociendo las orillas de la península de Illahuapi y desembarcando en Huapi, lugares donde observa la presencia de wampos.
En Illahuapi señala que había “unas cuantas canoas” varadas sobre una playa pedregosa y más allá una ruca abandonada. La misma jornada llega el vapor Elfrida a Huapi, con el objetivo de la escritora de conocer a los mapuche en su entorno propio y, al desembarcar, avista varios wampos.
“En las menudas piedrecillas de la playa hay muchas canoas varadas y una nos sirve de puente para alcanzar las primeras piedras en seco. Al atravesar la canoa observo la tosquedad con que ha sido construida, horadando apenas un tronco de árbol”, menciona Echeverría.
Y sus anotaciones no quedan solo ahí, agregando que “más arriba, escondidas entre los árboles de la playa, hay todo un astillero de canoas en construcción”.
Ya bien entrado el siglo XX, y de acuerdo a la investigación de Miguel Chapanoff y otros (2010), se precisa que un entrevistado afirmó que en Huapi los últimos tres o cuatro wampos pertenecían a Benjamín Treuquil (o Treuquin), Antonio Anchimil y Juan Ñancumil.
Según el historiador José Bengoa, en la década de 1930 comienza el fin de la navegación de los wampos en el Ranco, al ponerse en servicio el sistema de navegación de vapores.
En misma investigación de Miguel Chapanoff y otros, recogió información sobre el uso de canoas o “canogas” en el lago Maihue, señalando que existieron estas embarcaciones en Hueinahue y Rupumeica, sectores que eran prácticamente islas por estar tan apartados y sin caminos de acceso.
El documento sostiene que en la comunidad de Rupumeica se recuerdan dos canoas, una de la familia Carrillo y otra de la familia Chocano. En tanto en Hueinahue hubo dos wampos de la familia Jaramillo, y una tercera de Ricardo Monsalve.
Asimismo, las memorias de los mayores de dichas zonas dan cuenta que estos wampos podían tener un largo desde los cinco a los 12 metros y un ancho entre uno y dos metros, y se usaban con fines de transporte y comercio de animales pudiendo sostener, por ejemplo, una yunta de bueyes más carga y tripulantes que usaban remos y un timón.
También se indica que se transportaban caballos ensillados desde Hueinahue o Rupumeica hasta Maqueo, Maihue o Carrán, desde donde se continuaba el viaje en estos animales.
Los investigadores agregan que los wampos servían también para el intercambio de productos agrícolas, en específico, las papas cultivadas en Rupumeica a cambio del trigo cosechado en Maihue.
La entrada de capitales para la explotación maderera a la zona del lago Maihue y, con ello, la apertura de caminos, mejoró la conectividad terrestre, lo que comenzó a marcar el declive y pérdida de vigencia de los wampos.
“Las canoas fueron la única embarcación disponible para navegar el lago Maihue hasta mediados de los años ‘40 aproximadamente, fecha en que se crean los primeros aserraderos que permitieron la construcción de botes y se difunde este modelo de embarcación”, concluyen Chapanoff y otros.
Los testigos indican que se vio navegar wampos en el Maihue hasta mediados o fines de la década de 1950, con un relato de Félix Huenchur, que asegura haber visto una de estas canoas llegar a Los Llolles con una familia buscando protección durante la erupción del volcán Carrán en 1955.
“Cuando el volcán Carrán hizo erupción llegó una gente en canoa. Era la familia Jaramillo Catrihual, que llegó a refugiarse. Llegaron en una tremenda canoa, como de 5 metros, más, podría haber sido como de 8 metros”, se describe.
Finalmente, los pocos wampos del Maihue sucumbieron a la llegada de los botes, lanchones y la apertura de caminos, quedando abandonados a la orilla del lago, donde se pudrieron.
Los días 12-13-14 y 15 de diciembre 2024, en el espacio de la Feria de Maihue, se realizará el tercer Encuentro de Escultores en Madera.
La Comunidad José Calcumil Carillanca, junto al programa Fortalecimiento de Identidad Territorial, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, se han trazado el objetivo de recuperar conocimientos ancestrales de la zona del lago Maihue.
Por ello, en este evento se comenzará a perfilar la denominada “Ruta del Wampo”, quedando en manos de los escultores en madera el crear wampos en pleno siglo XXI, eligiendo el domingo 15 de diciembre como el día que estas embarcaciones serán llevadas al lago para probar su capacidad de navegación.
Así, nuevas generaciones que no alcanzaron a conocer este tipo de transporte lacustre tradicional, se dan a la tarea de mostrarnos a todos cómo en las aguas del lago Maihue volverán a surcar los ancestrales wampos.
AUTOR: Mario Guarda Rayianque.
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