La muy noble y muy leal ciudad de Santa María la Blanca de Valdivia fue un puerto muy cotizado en la época de los piratas, corsarios y filibusteros y hubo intentos de otros reinos para arrebatársela a la corona española, entre ellos Inglaterra.
En diciembre de 1670 los valdivianos recibieron la visita de un navío inglés en sus costas y que causó alarma entre sus autoridades, pues era bien sabida la fama de ellos, luego de los saqueos del pirata Henry Morgan en Puerto Príncipe (Haití), Portobelo (Panamá) y Maracaibo (Venezuela) entre 1668 y 1669.
Fue el capitán John Narborough quien dirigió esta expedición poco conocida que no trascendió en lo militar, pero sí en su aporte científico con las observaciones realizadas, principalmente del Estrecho de Magallanes.
Valdivia, fundada en 1552, logró gran esplendor hasta que en 1599 fue destruida en el alzamiento mapuche huilliche de Pelantaru y Anganamón.
En agosto de 1643 llegaron conquistadores holandeses, guiados por Elías Herckmans, pero abandonaron la colonia a la que bautizaron como Brouwershaven (Puerto Brouwer) en octubre de ese mismo año, tras no ganarse la confianza de los huilliches. Ante la expectativa de vivir sin recursos retornaron a la colonia que tenían en Brasil.
En 1645 regresaron los españoles con el marqués Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar y una flota de 14 navíos enviados desde Lima por el virrey Pedro de Toledo y Leiva con la misión de repoblar la ciudad, empresa que primero se llevó a cabo en la isla de Mancera y dos años después, en 1647, la población fue trasladada al asentamiento original que había elegido Pedro de Valdivia.
Ya a fines del siglo XVI Inglaterra había sacado provecho de las expediciones de célebres corsarios por las costas de Chile como fue el caso de Francis Drake, en 1579, y Thomas Cavendish, en 1586, y motivaron la posibilidad de atacar y tomar algunas colonias de España.
Desde 1655 el nombre de Valdivia sonó entre los ingleses, pues el judío sefardí Simón de Casseres le propuso al lord protector Oliver Cromwell financiar una expedición que se apoderara de la isla Mocha y de los fuertes de Valdivia, pues creían que esta última había sido abandonada por la corona española, todo esto en el contexto de la guerra civil inglesa, la caída de su monarquía y de la paz de esta nación con España.
Fue en 1669 que el rey Carlos II aceptó una nueva propuesta de expedición hacia las costas de Chile.
Otro judío sefardí, Carlos Enriques Clerque solicitó el apoyo del Duque de York una patente real para explorar el Estrecho de Magallanes y establecer una colonia en Chile, ya sea en el estrecho u en otro lugar de su costa, todo esto documentado por los historiadores Günther Böhm, Ximena Urbina y, especialmente, por el padre Gabriel Guarda en su libro “Flandes indiano”.
La expedición fue encargada al capitán John Narborough que viajó con dos navíos, el “Sweeptakes” de 300 toneladas, 36 cañones y 80 hombres bajo su mando y el “Bachelor” de 70 toneladas y cuatro cañones con una tripulación de 19 hombres y un niño bajo el mando del capitán Flemming.
Los historiadores coinciden en que las instrucciones dadas a Narborough fueron distintas a la propuesta que antes recibió lord Cromwell, en el sentido de no provocar incidentes con los súbditos españoles y, en lo posible, sondear la posibilidad de comerciar, pero sin abandonar la idea de levantar una colonia en Chile.
Enriques, supuestamente conocía las costas de Chile, tenía contactos y podría ayudar a Narborough en el viaje, pero pronto el inglés se dio cuenta que el promotor del viaje no sabía nada de navegación y menos conocía las costas chilenas.
La expedición zarpó del puerto fluvial de Deptford, hoy día un suburbio de Londres, el 26 de septiembre de 1669. El 17 de octubre llegó a la isla Madeira, el 28 de octubre a las islas de Cabo Verde en África, cruzaron el océano Atlántico, pero el 23 de febrero de 1670 la “Bachelor” perdió de vista a la nave capitana y Flemming decidió volver a Inglaterra.
La “Sweeptakes” llega a las costas de la actual Argentina, en Puerto Deseado, y tomaron posesión del lugar en nombre del rey Carlos II y sus herederos.
Según el historiador Mateo Martinic, John Narborough estudió todo antes de pasar el Estrecho de Magallanes, pues tomó notas sobre hidrografía, paisajes, recursos naturales, clima y los habitantes de la región, especialmente su apariencia, armas, adornos, etc.
Zarpó el 13 de octubre al sur y salió del Estrecho el 26 de noviembre de 1670 para ingresar al océano Pacífico.
Según un ensayo de la historiadora Ximena Urbina, para Enriques Valdivia se transformó en la posibilidad de huir sin dar cuenta a Inglaterra y para Narborough la ciudad era el oro y comercio no hallado en el Estrecho. En los diarios de Narborough, conservados hasta hoy, no confiaba en Enriques Clerque.
En 1670 la ciudad puerto era defendida por los fuertes de San Pedro de Alcántara de Mancera, San Sebastián de la Cruz de Corral, de la Limpia y Pura Concepción de Monfort de Lemos de Niebla y San Luis de Alba de Amargos.
Tras llegar a algunas islas de Chiloé, el 24 de diciembre los ingleses llegaron a la boca del río Valdivia. El capitán Pedro de Arévalo acudió en un bote a reconocer el navío que había llegado y preguntó de dónde eran y le respondieron que de España, pero en un mal español y se alejó rápidamente del “Sweeptakes” para poner en alerta al gobernador de la ciudad.
Urbina indica que desde el castillo de Mancera se realizaron disparos de advertencia y en Valdivia se tomaron precauciones como enviar a 70 arcabuceros a los castillos y salir a reconocer al buque inglés en caso de adoptar acciones beligerantes.
En tanto, Enríques y otros cuatro ingleses habían desembarcado en un bote cerca de Morro Gonzalo en busca de provisiones. Enríquez se adentró solo al lugar para contactar a indígenas que los ayudarían, pero nunca volvió al bote.
El gobernador de Valdivia Pedro de Montoya mandó a su ayudante Juan de Buitrón y Mujica a investigar y volvió en la mañana del 26 de diciembre señalando que el navío era de marinos ingleses u holandeses y que descendieron tripulantes frente a las costas de Morro Gonzalo.
Las alarmas se activaron, pues las autoridades valdivianas se pusieron en el supuesto de que llegaran más navíos extranjeros en actitud beligerante.
Los ingleses, en tanto, enviaron en bote a un grupo al mando del teniente Pecket para hallar a Enriques, sin éxito, pero tomaron contacto con la dotación del castillo de Amargos y les dijeron que su destino final era la isla de las Molucas, en Indonesia.
El encuentro fue cordial y los ingleses terminaron brindando junto a los soldados españoles y el castellano de Amargos, Diego de Lara, a nombre del rey de España.
Con el pretexto de guiar a los visitantes, el sargento mayor y algunos de sus hombres se embarcaron en la lancha inglesa, pero con la intención de reconocer el barco y las fuerzas que tenía. La lancha tuvo que salir tres leguas mar afuera para dar alcance al navío, que procuraba siempre mantenerse alejado.
Ya a bordo agasajaron a su vez a los españoles con comida, bebida y música y el sargento tuvo ocasión de mirar el barco y contar los hombres y las piezas de artillería de los ingleses.
El día 27 de diciembre el gobernador de Valdivia Pedro de Montoya se embarcó con 40 hombres para ir a los fuertes e informarse sobre si se habían visto más barcos. Mientras tanto los soldados de Amargos comerciaban con los ingleses, pero como un ardid y siempre alertas.
La actitud cordial de la dotación del castillo de Amargos con los ingleses no agradó para nada al gobernador Pedro de Montoya, según indica el ensayo de Ximena Urbina.
Como la “Sweeptakes” necesitaba provisiones, Narborough envío otro bote a cargo del teniente Armiger hacia el castillo de Mancera a parlamentar con el gobernador Montoya.
Aunque fue cortés, Montoya les dijo que debía cumplir las instrucciones del gobernador de Chile, haciendo prisioneros a cuatro de los seis ingleses y enviando un mensaje a Narborough para decir que socorrería el navío, comerciando con ellos, y que les permitía entrar al puerto de Corral y dar fondo debajo de la artillería que tienen los cuatro castillos de dicho puerto, mientras enviaba y recibía la respuesta del virrey del Perú sobre si les debía dar el abastecimiento para continuar el viaje, o si debiese apresar el navío. Como prenda de garantía quedaron los cuatro rehenes.
Montoya no creyó que el barco inglés iba a las Molucas, pues no era necesario pasar antes por Valdivia y le informaron que Narborough y sus hombres no estaban precisamente necesitados de provisiones, así que la desconfianza estaba instalada en la plaza de Valdivia.
Según la historiadora Ximena Urbina, Narborough leyó la carta de Montoya donde explicaba sus acciones y el inglés después la arrojó y dijo que no valía nada, amenazando de muerte al gobernador, diciendo que de no devolverles a sus hombres faltarían a la orden que traían de su rey de no hacer daño, prometiendo represalias.
La toponimia de Aguada del Inglés, en la costa de Corral, se debe justamente a John Narborough y fue en ese lugar donde en 1820 desembarcaría Lord Cochrane para la toma de Valdivia.
Los prisioneros fueron el teniente Thomas Armiger, el caballero John Fortescue, el trompeta Hugh Cooe y el lingüista Thomas Highway.
El teniente Armiger envió una brevísima nota a Narborough en la que le informó de su situación y cómo pretendían que pusiese el barco al alcance de los cañones. Se cree que Narborough intentó comunicarse con su subalterno a través de una nota, pero no se sabe si éste recibió su mensaje.
Lo cierto es que el jefe de la “Sweeptakes” decidió dejar Valdivia y volver hacia el sur, abandonando a sus hombres y retornando a Londres en julio de 1671.
Posteriormente se apresó al judío Carlos Enriques, que había desembarcado cerca de Morro Gonzalo y se le acusó de espía de los ingleses, pese a asegurar que había desertado del navío.
Enriquez y los otros cuatro prisioneros estuvieron en Valdivia algo más de un mes hasta que fueron remitidos a Concepción y después a Valparaíso para desde ahí ser embarcados a Lima.
En la ciudad capital del virreinato los cinco prisioneros fueron interrogados constantemente y, según Ximena Urbina, vivieron esa rutina hasta 1676.
Enriquez dio varias versiones sobre las causas del viaje a Chile y, entre ellas, dijo que buscaban la Ciudad de los Césares en el Estrecho de Magallanes.
Con el cambio de virrey y el ascenso de Melchor de Navarra, duque de la Palata, en 1681, aceleró el proceso de los cinco prisioneros, les dio el trato de piratas y los mandó a ejecutar en mayo de 1682, luego de vivir 11 años en prisión.
La presencia de la “Sweeptakes” en las costas de Corral no hizo otra cosa que se comprendiera la necesidad de reforzar las baterías de la costa y así surgieron Aguada del Inglés, San Carlos, Chorocamayo, el Piojo y Carboneros. De igual forma se equipó aún más los fuertes de Corral, Niebla, Amargos y Mancera.
La decisión fue sabia, pues en el futuro Valdivia volvió a estar en la mira de corsarios ingleses y filibusteros franceses, por ejemplo, en 1684 apareció en la costa el bucanero Swan, a quien los españoles matan varios hombres, y en 1690 John Strong, quien reconoció las islas Malvinas.
En 1700, corsarios franceses a cargo del oficial de la Marina Real M. De Terville, que comandaba el “Maurepas”, de la expedición de Jacques Beauchesne-Gouin, son repelidos desde el castillo de Niebla, quedando prisionero a fuerza de lazo el francés Alfonso Pinuer, quien a futuro fue el antecesor de una reconocida familia valdiviana.
John Narborough, a su vez, logró hacerse fama en las guerras anglo-holandesas del siglo XVII y en acciones en Trípoli y Argelia. Falleció en Chelsea en 1688 y el rey Jacobo II le otorgó el título de barón a su hijo en reconocimiento a los servicios de su padre en la Real Marina Británica.
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