El cono sur de América está lleno de mitos y hubo un tiempo en que se hablaba de historias de ciudades perdidas que ocultaban riquezas impensadas. Desde los primeros años de la conquista española surgieron relatos fantásticos de una ciudad cuyas casas y calles eran de oro, pero que se mantenía oculta a la vista de corazones ambiciosos, los que sólo podían ver relucir el preciado metal de sus construcciones a kilómetros de distancia, era la enigmática Ciudad de Los Césares, la que supuestamente estaba en algún punto del sur de Chile en un espacio referencial desde la ciudad de Valdivia hacia las tierras de la Patagonia chilena.
La ambición del oro de los españoles no tenía límites y bien lo supo el Imperio Inca en el Perú cuando fue conquistado por Francisco Pizarro. Se cree que los incas inventaron la historia de una ciudad llena de riquezas en el sur para alejar así a los españoles de sus tierras.
Fue tan popular la historia de la Ciudad de los Césares que un militar valdiviano organizó una expedición para descubrirla, pues surgió la teoría de que la mítica ciudad fue levantada por españoles que sobrevivieron al asedio de la ciudad de Osorno en los primeros años del siglo XVII, posterior a la destrucción de las siete ciudades del sur entre 1599 y 1602, entre ellas Valdivia y Osorno. Estos “osornenses”, como eran denominados los habitantes de la ciudad, fueron los que habrían levantado una ciudad junto a indígenas, aprovechando el oro que pudieron rescatar, pero buscando autonomía para vivir en paz y sin las directrices de la monarquía hispánica.
Tras reunir una serie de historias el capitán Ignacio Pinuer organizó una expedición con un destacamento de 100 soldados que salió de Valdivoa un 18 de septiembre de 1777, hace 244 años, para encontrar la ciudad del oro.
TRAS UNA QUIMERA
El capitán Ignacio Pinuer y Ubidia nació en Valdivia en 1719 y tenía un parentesco con Fray Camilo Henríquez, pues su madre era hermanastra de la madre del afamado fraile, padre del periodismo chileno en el siglo XIX. Por alguna razón este Pinuer se obsesionó con encontrar a la rica ciudad perdida, un mito que se relacionaba con la historia de El Dorado, otra ciudad perdida de origen precolombino que los españoles buscaron sin éxito por siglos entre los actuales Perú, Ecuador y Colombia.
La Ciudad de Los Césares maravilló a españoles ambiciosos de oro que la buscaron en las zonas interiores de Valdivia, Osorno e incluso más al sur, hasta la desconocida Patagonia.
El resto de este relato está basado de un paper científico publicado en la revista Historia de la Universidad Católica en 1971 por Ricardo Couyoudmjian.
En 1774, Ignacio Pinuer de la guarnición de Valdivia, hizo llegar un informe al gobernador de Chile y al virrey del Perú sobre una gran ciudad poblada por españoles, a orillas de un lago en las cordilleras australes. Las noticias de dicha ciudad, que recogió a lo largo de varias décadas entre los indígenas de la región, convencieron a las autoridades de realizar varias expediciones que se pensó estaba habitada por los descendientes de los antiguos habitantes de Osorno.
Pinuer salió el 18 de septiembre de 1777 desde Valdivia, bordeando el río Calle Calle hasta llegar a un sector llamado Quinchilco, a dos leguas del río Bueno. Se cree que los expedicionarios llegaron a 10 kms. de la actual comuna de Río Bueno, a 30 kms. de Osorno. Ahí los soldados levantaron el fuerte de la Purísima Concepción y un cacique llamado Jurín le contó a Pinuer y sus hombres de la existencia no de una Ciudad de Los Césares, sino que de dos, una ubicada en la costa del lago Puyehue y la otra al medio de una isla en el mismo lago y que hasta tendrían una iglesia.
Pinuer salió un 13 de noviembre con una veintena de hombres con destino al lago Puyehue, siguiendo el curso del río Pilmaiquén y acompañado del cacique Jurín y su hijo. Al llegar, los expedicionarios construyeron dos balsas y entre el 22 y 24 de noviembre remontaron el lago y no encontraron nada, entonces Jurín les dijo que la ambicionada ciudad de oro estaba más al sur, en la laguna Llanquihue, pero que en realidad sería el lago Rupanco.
Los aventureros picaron espuelas y siguieron hacia el nuevo espejo de agua, pero en una noche Jurín y su hijo escaparon y dejaron solo a Pinuer y sus hombres. El 5 de diciembre los soldados llegaron al Rupanco y entre otras cosas divisaron al volcán Casablanca donde hoy se encuentra el centro de esquí Antillanca.
Fue en Antillanca, cerca de la cordillera que escucharon unos estruendos similares a unos disparos y creyeron que eran los habitantes de la ciudad perdida. También cabe la posibilidad que lo que hayan escuchado fueron explosiones volcánicas. Entonces Pinuer ordenó regresar a la base que habían dejado en el lago Puyehue. Posteriormente, el 17 de diciembre retornaron al lago Rupanco y se dividieron en dos grupos.
¿FANTASÍA O REALIDAD?
En este punto el relato de la expedición del valdiviano Pinuer alcanza ribetes fantásticos, pues uno de los grupos aseguró haber visto dos fuertes de estilo español junto a un estero. El otro grupo siguió más al sur y al parecer llegaron hasta el lago Llanquihue y aseguraron haber visto una isla.
Los expedicionarios retornaron al fuerte de Río Bueno el 1 de enero de 1778 con la idea de volver a hacer una expedición, pero dicha empresa no se concretó.
En 1779, la corona confió el mando de una nueva expedición a Manuel José de Orejuela, comerciante limeño que se obsesionó con encontrar la ciudad perdida. Al año siguiente, Orejuela llegó a Chile a realizar los preparativos de la expedición, la que nunca llegó a concretarse debido a la oposición del gobernador Ambrosio de Benavides. En 1782, el informe del fiscal de la Real Audiencia de Santiago, que recogió las peticiones elevadas por Orejuela, fue el último apoyo que recibió su proyecto, que al año siguiente fue enterrado definitivamente por el gobernador Benavides.
Fue tan comentada la expedición del oficial valdiviano Pinuer que en 1782 el fiscal general del Reino de Chile, Joaquín Pérez de Uriondo, abrió una acuciosa investigación sobre la posible existencia de la Ciudad de Los Césares al sur del reino. En ese año se le tomó declaraciones a Pinuer que aseguró que la ciudadela estaba habitada por los antiguos osorninos y añadió que “tienen dos poblaciones, la principal en una isla en donde ya no cabían”. Agregó que “la ciudad principal es en medio de una laguna, y sólo tiene entrada en la tierra por un chapad, o pantano, en que tienen puente levadizo”. ¿Declaraciones fantásticas o realidad de un hecho comprobable?
Pinuer aseguró también que poseían artillería, lanzas y espadas, que vestían camisas, y que ocupaban casas de teja y paja. Incluso, agregó detalles muy específicos, como que mantenían buenas relaciones con algunos “indios”, a los cuales cambiaban ají que cultivaban ellos (los osornenses) por sal que los mapuche extraían en Valdivia. Asimismo, hablaban un “extraño español” y también idioma “indiano”.
MÁS “TESTIGOS”
El fiscal general del Reino de Chile Joaquín Pérez de Uriondo reunió a más testigos que le relataron otras curiosas historias de la Ciudad de los Césares en el sur.
El sacerdote Buenaventura de Zárate, de Mancera, contó la historia del indio convertido Nicolás Confianza, que en su lecho de muerte confidenció que al otro lado del río Bueno había una ciudad fortificada, de españoles “procedidos de los de Osorno, junto a la cordillera”.
El cacique Santiago Pagniqué, por su parte, aseveró que los Césares vivían en la laguna de Puyequé, al lado del estero de Llanqueco, y que incluso tenían iglesia.
El cacique Antillanca aseguró que los césares eran “muchísimos y tienen su rey”, especificando que habían decidido quedarse en su ciudad porque “no querían sujetarse al Rey de España”.
Ante tanto testimonio el fiscal creyó que en realidad existía una población desconocida de españoles o bien de extranjeros, pues los testimonios de algunos indígenas hablaban de gente “muy blanca” y con armas de fuego que vivían en una ciudad cordillerana. Se llegó a temer que esos “extranjeros” eran ingleses en una época en que España e Inglaterra siempre estuvieron en pie de guerra.
La investigación del fiscal Pérez de Uriundo se cerró el 31 de julio de 1782 sin resultados concretos, con una serie de testimonios alucinantes y fantásticos, pero cuyo dictamen recomendó una nueva excursión a la zona y el repoblamiento de Osorno. El fuerte que construyeron a orillas del río Bueno, en tanto, se mantuvo algunos años hasta que fue destruido a petición de los frailes de la misión de San Pablo Apóstol por considerar que los soldados abusaban de los indígenas y eso entorpecía su labor evangelizadora.
Hubo otras expediciones a la zona en busca de la Ciudad de los Césares en 1783 y 1785 al mando de un sacerdote de apellido Menéndez y de Francisco Delgado, respectivamente, pero sin encontrar a dicha población y a sus inusuales habitantes.
No hubo más, pues las expediciones en busca de la ciudad mítica molestaban a los lonkos huilliches que miraban con recelo la presencia española en sus tierras, lo que a la larga produjo la revuelta del 23 de septiembre de 1792. Posteriormente se levantó el fuerte San José de Alcudia que dio nacimiento a la actual comuna de Río Bueno y el 22 de noviembre de 1792 se refunda Osorno dentro de las mismas ruinas de la antigua ciudad.
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